La noche de la tragedia el padre de la mujer y abuelo de las víctimas, Obie Williams dijo a los medios de comunicación que podía oír el llanto de los bebés y el golpeteo de las ramas contra las ventanas cuando respondió a la llamada telefónica diaria de su hija la semana pasada, cuando el huracán Helene azotó su pueblo rural de Georgia.
Kobe Williams, de 27 años, y sus hijos gemelos recién nacidos estaban agazapados en su casa rodante en Thomson, Georgia, y empezaban a temer por su seguridad.
La mujer le prometió a su padre que haría caso de su consejo de refugiarse en el baño con sus bebés de un mes hasta que pasara la tormenta.
Al no tener más noticias de Kobe, uno de sus hermanos esquivó árboles caídos y cables de electricidad caídos para ver cómo estaba más tarde ese día, y apenas pudo soportar contarle a su padre lo que vio.
Un árbol grande había atravesado el techo, aplastando a Kobe y provocando que cayera encima de sus hijos pequeños Khyzier y Khazmir. Los tres fueron encontrados muertos.
“Había visto fotos cuando nacieron y fotos todos los días desde entonces, pero no había ido a conocerlos”, dijo Obie Williams a The Associated Press días después de que la tormenta azotara el este de Georgia. “Ahora nunca podré conocer a mis nietos. Es devastador”.
Los bebés, nacidos el 20 de agosto, son las víctimas más jóvenes conocidas de una tormenta que hasta el jueves había cobrado 200 vidas en Florida, Georgia, Tennessee, Virginia y las Carolinas. Entre las otras víctimas jóvenes se encuentran una niña de 7 años y un niño de 4 años de unos 80 kilómetros al sur en el condado de Washington, Georgia.
